miércoles

El

Tomo mi bolso y salgo rápidamente. Bajo corriendo las escaleras. No noto que alguien me sigue. No importa. La noche está fría y húmeda. ¿Debería ir por la izquierda o la derecha? ¿Qué camino escogería él? No hay tiempo para pensar. Tomo el camino de siempre, esperando que sea el correcto. Corro por la calle mojada. La neblina no me deja ver con claridad. El no está ahí. Mierda, el camino era otro. Me detengo por un momento, descorazonada. Respiro con dificultad. Una lluvia tenue comienza a caer. Miro alrededor. No, él no esta aquí. Pienso que todo está perdido. ¿Qué haría él en mi lugar? Entonces, casi sin darme cuenta, sigo corriendo, ahora en la dirección contraria.
Llego hasta el final del camino. Justo a tiempo para ver como mis sueños se deshacen y desaparecen en medio de la noche. Demasiado tarde. El se ha ido.... Cierro los ojos y dejo que la lluvia se lleve mis lagrimas, pero mi corazón se niega a calmarse. Él no va a volver. Permanezco ahí por lo que parece ser una eternidad. Ya no tengo donde ir. Al abrir los ojos noto a alguien escondido entre la niebla. ¿Quien es él? Sé que lo he visto antes. El tiempo era otro, el lugar era el mismo. Se acerca con naturalidad y me ofrece un trago. Yo acepto, que más da.... nada de lo quiero está aquí. Nunca estará aquí. Ya nada importa. Lo tomo del brazo y caminamos lentamente hacia el único bar que está abierto. Lo sabemos porque hemos estado ahí antes. Todo me parece demasiado familiar. Pero mi mente está en otra parte. Mi corazón sigue inquieto, provocándome. Ha dejado de llover. Me detengo un momento, lo miro y pienso: esta vez no te dejaré ir.

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